Diario de una salida del país Parte I




 

Corrían los días de agosto del año anterior al año de la cuarentena, podríamos decir que el año 1 AC (antes de la cuarentena, obvio). Yo había llegado mediante una sucesión de eventos poco atractivos para el lector, a obtener ese sellito en el pasaporte que te hace sentir ser humano... esteee, visado le dicen. Yo más bien lo sentí como un orgasmo de seis meses.

Pues resulta que gracias a este dichoso sello pude ir al aeropuerto por primera vez en calidad VIP (¡Voy a Irme Pinga!) porque eso de ir a buscar a un familiar y virar al barrio donde el olor a nuevo de los tenis que me trajeron lucha con el charco de agua albañal y la plasta de «sorpresa animal», esa rutina de ir al aeropuerto y virar (comparable con darte unos cuantos besos con una chica y que cuando estás casi ahí, se vaya y te deje con aquello más duro que «el período especial») pues que eso ya me estaba empezando a dar gastritis. Pero esta vez no mi ciela, esta vez iba todo empoderado, con aires de grandeza; imagínate que me compré un pomito de agua y todo en la cafetería, eso y un pasaporte siempre ha sido sinónimo de «compermisa, voy a fastear».

En fin, que me obnubilé con todo aquello y cuando por fin entrego mi maleta y me dan mi ticket yo me sentía como que estaba perdiendo la virginidad. Pasé por el control donde te tienes que quitar los zapatos, todo nuevo para mi, hasta que llegue al Duty Free (luego me enteré de que eso no era una marca de bolsas plásticas donde todos los que venían del «Yuma» traían sus cositas).

Dos horas de espera en un asiento plástico no muy diferente al de la Terminal de ómnibus me bajaron la euforia y me dejaron claro que aún estaba en Cuba. Entonces fue cuando sucedió la magia; una voz de pito anunciaba que los pasajeros del vuelo con destino a Madrid tenían que abordar por la Puerta 14 (Wiiiii). Ahí cogí yo mis bátulos, cual guajiro que se baja de una arañita, y me dispuse a abordar el tubo (nombre que le daban los seres mitológicos que habitan el solar de al frente de mi casa, al avión), pero justo en ese momento me di cuenta de que... ¡algo iba mal!

Resulta que para entrar al avión, mi corazona ¡Había cola! Y no una cola de veinte personas, una cola del tamaño de la capacidad del puto avión, unas doscientas personas, una tras otra, maleta en mano, pelly en la otra, haciendo fila desde hace dos horas... ¡Ahhhh! pero el comemierda este que está aquí, estaba ahí por primera vez con más nivel que Marivel y más elegancia que la de Francia se pensaba que eso era llegar y entrar... ¡Pues no!, ahí me di cuenta por segunda vez que aún estaba en suelo cubano. 

¡Al final entré al avión! (se escuchan aplausos de fondo, un ajustador salta de un lado al otro del teatro), que bonito todo por dentro, como en las películas, las aeromozas muy bonitas (todas las aeromozas feas del mundo las contrató Cubana de Aviación), los asientos con pantallita para entrar en calor antes de llegar al primer mundo, el carrito con sus juguitos (que a partir de ahora serían «zumitos») y los comidas que aunque sabían algo raro, superaban al arroz con perrito...


Y bueno hasta aquí voy a dejar mi introducción al primer mundo, en la próxima emisión les contaré como terminé en un restaurante quemando la carta del menú con una vela...

Comentarios

  1. Jajajajaj me dejaste enganchada! Espero la segunda parte 👏👏👏

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  2. Mijoooo la 2da parte ya 😂😂😂😂 está súper cómico, yo le veo potencial

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  3. Mijoooo la 2da parte ya 😂😂😂😂 está súper cómico, yo le veo potencial

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  4. Me quede enganchada. 🤦🏼‍♀️😔. Xq eres así. 😅. La segunda parte ya please. 😂

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  5. Me Cuadró un mundo, espero la segunda parte!
    😌

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  6. Pobrecito ese guajirito, cuéntanos por q no te quedaste?🤣🤣🤣

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  7. Te la comiste con lo del tubo jajaja muy bueno 🤣🤣

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  8. Ayyy está muy bueno!! Espero la 2da parte para echarme unas risas JAJAJA

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  9. 😌😌a recopliar historias pa un librito

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