Diario de una Salida del País II
En el capítulo anterior me embarcaba (nunca peor usada esta palabra) en un viaje hacia el nuevo mundo (o el mundo, a secas). Aún en el avión me quedaban muchas cosas por aprender, como que por ejemplo, en el baño el papel sanitario no era custodiado por la señora que le das un peso y te da un pedacito mínimo, que alcanza para embarrarse los dedos de mierda más que para limpiarse, o que puedes pedir refresco todas las veces que quieras sin que te digan “papi, el compañero anciano también tiene que tomar”... Luego de las diez horas más inquietantes de espera se siente una voz, cual voz que te recibe por primera vez en esta tierra diciendo “es niño mamá”, pero esta vez decía “están arribando al Aeropuerto Internacional de Barajas (en verdad dijo el nombre completo pero ni puta idea) gracias por su paciencia”. Yo, que estaba como guajiro que viene por primera vez a La Habana; pero guajiro serio, no guajiro empoderado, yo hablo del que solo tiene losas en la parte del baño y se le meten